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Ingrid Von Krobelus

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Mensaje  Ingrid Von Krobelus Mar Sep 01, 2009 3:22 pm

- Historia

El redoble de los tambores acallaba a la multitud, que se agolpaba en la plaza del Casco Viejo de Ventormenta, el ambiente era húmedo, y calmado, con el cielo recubierto de grises nubes, se notaba que era la calma ante la tempestad. Ante la multitud congregada se alzaba un patíbulo con una horca, la férrea soga colgaba, indiferente a la tensión del momento.

Los Tambores seguían su redoble, mientras que tres guardias escoltaban a una mujer de oscuro y largo cabello y ojos almendrados, sus manos estaban atadas a su espalda, y sus ojos no mostraban emoción ninguna. Entre la muchedumbre, una joven de piel blanca y cabello marrón, miraba con ojos desorbitados la escena, a su lado, la acompañaba un hombre delgado con un sombrero.

Los tambores callaron cuando la mujer llegó enfrente la horca, el hombre que agarraba la mano de la niña, preguntó en voz baja:

-Vicky...¿Es ella...?-

Las miradas de la niña llamada Vicky y la condenada a muerte se cruzaron.

-Si, Ed, es ella...-

El hombre abrazó a la muchacha, reconfortándola, mientras un funcionario se pronunciaba, hablando en alta voz:

-Acusada de robo, espionaje, asesinato, sabotaje, alta traición y confraternización con la Hermandad Defias, además de ser la dirigente del Comando ''Tapioca'', grupo de rebeldes Defias, cuyo objetivo era cometer un atentado contra el ayuntamiento de Villaoscura, bajo decreto firmado por Su Majestad el Rey de Ventormenta, se acusa culpable a Ingrid Von Krobelus, y se le condena a ser colgada en la horca hasta morir.

La prisionera esbozó una sonrisa algo descarada, al oir la ristra de cargos que reposaban bajo su nombre.

-¿Algo que decir antes de su ejecución, señora?- Dijo el funcionario.

Ingrid habló con voz clara ante la multitud, con una sonrisa burlesca en el rostro.

-¿Que deciros? Dejadme aconsejaros de algo, comendador... Si quereis mantener los dedos en su sitio, mejor que no jugueis con dinamita...- La sonrisa se volvió una mueca grotesca que desfiguró su afilado y zorruno rostro, mientras que las lágrimas acudían al rostro de la pequeña Vicky, mientras el hombre del sombrero dirigía una cruda mirada a la prisionera.

-Si no teneis nada mas que decir, que se de paso a la ejecución.- Sentenció el comendador Garrison con una mueca de desagrado en el rostro.

Una última sonrisa se dibujó en el rostro de Krobelus, mucho mas tierna, casi maternal, fijando sus ojos en la muchacha, que se refugiaba en la capa de Ednalg Wayne.

-Adios, mi pequeña.- Susurró Ingrid con la soga al cuello.

La palanca se accionó, un crujido azotó el patíbulo y dos pies colgaron inertes de forma macabra, Vicky no volvió a mirar a la que durante tanto tiempo fue como una madre para ella.

-Vamonos, Vicky....- Dijo Ednalg con voz suave, llevandose a la niña del macabro lugar, mientras que a su lado, un hombre encapuchado, pasaba en dirección contraria, con sus ojos fijos en el cadáver colgante, y al ver a Garrison, esbozó una sonrisa cánida.

-Ya iba siendo hora...Krobelus- Murmuró siseante, mientras que el Comendador daba ordenes a los guardias.

-Bajad el cuerpo...¿Quien es el encargado?- Dijo el comendador con voz grave.

-Ehm...Yo! Señor!- Murmuró el hombre alzando una vendada mano, y mirando a Garrison a los ojos.

-Bien, pues deshágase entonces de esa basura.- Ordenó el Comendador dando media vuelta, y retirandose de la escena de la ejecución.

-Sin duda alguna, mi señor.- Dijo el encapuchado, relamiendose mientras que no apartaba la mirada de los mortecinos y amoratados labios de la ahorcada.

Su cuerpo fue arrojado en una fosa común, una zanja donde los cadáveres de los criminales se apiñaban sin orden ni concierto, entre las sombras del Bosque del Ocaso, las paletadas de tierra cubrieron a la mujer y sus compañeros, sepultandola en el olvido, y la descomposición.

...
-Vamos, sacadlos a todos, daos prisa antes que se den cuenta los de la Guardia Nocturna.-

-Si! Si! Nos darán una jugosa prima por tantos cadáveres frescos para la reina, tan cerca de Grom'Gol!-

-Si, os dije que el cerro del cuervo es una mina, además, suelen pasear por aquí nigromantes, la corrupción de esta tierra relentiza la descomposición de los cuerpos, daos prisa! daos prisa!-

-Quien te ha dado el chivatazo?- Resonó una de las voces, dejando de cavar, desconfiado.

-Un amigo, vió como traian a una carreta llena de antiguos criminales...! ¿Te imaginas cuanto pueden servir un racimo de bestias reconrosas hacia la alianza? Estos bastardos sangrecaliente aprenderán a ocultar mejor sus cadáveres.- Dijo, jocoso el líder de rapiñadores.

No se requirió demasiado tiempo, para que manos putrefactas, llenas de ambición, volvieran a permitir que el aire fresco rozara las mortecinas mejillas del cadáver de los que una vez estuvieron condenados.


. . . Despertar . . .

Ingrid Von Krobelus Ingrid

-No hagais ruido, rufianes! no sabemos como se tomará su renacimiento... Edwards, ajusta mejor esas correas...-

-Mirad, se está moviendo.-

-Callaros, callaros...!-

Krobelus abrió los ojos y le costó acostumbrarse a la penumbra del subterráneo, iluminado unicamente por antorchas. Intentó moverse, pero estaba firmemente atada de pies y manos a una camilla, su cabeza le daba vueltas aunque no sentía el resto de su cuerpo, tras debatirse inútilmente contra los correajes que la ataban a la camilla, gruñó y gritó:

-Soltadme, hijos de mala ogra!!-

La prisionera se quedó paralizada al oir su propia voz, lejos de ser lo que era, se habia convertido en un gruñido seco y cascado, jadeante y frío, casi de ultratumba.

Miró a los sujetos que la rodeaban, tipejos delgaduchos, embozados en túnicas y capuchas, que no mostraban un centímetro de su piel, y éstos empezaron reirse de la mirada de estupor de la mujer, y uno de ellos se adelantó, poniendose a su lado.

Ella entrecerró los ojos, intentando discernir el rostro de su interlocutor, mientras éste hablaba lentamente, vocalizando, dirigiendose a ella en una jerga extraña y gutural, mezcolanza entre el común mal hablado, el enánico, y el élfico aliñado con gorgoteos y silvidos.

-K...Krobelus- Fué lo primero que acudió a sus labios, mientras que forcejeaba, alzó la cabeza y vió que estaba desnuda, echo que no la avergonzó, pero si le dió verdadero asco.

Su cuerpo estaba delgado, fibroso y blanco, como si fuera una araña repugnante, sus pechos abundantes y apetitosos antaño, se habian reducido a dos tristes y pálidos pellejos exentos de vida. Angustiada, miró sus manos, esqueléticas, repugnantes, como garras de bestia depredadora, notaba como la desesperación subía por su pecho, hasta su garganta, como un hálito repulsivo, desembocando en un grito de pavor que perduró hasta que volvió a caer inconsciente, desvanecida entre las risas de los encapuchados.

-Llevadla a la sala de espejos.- Fué lo unico que oyó con consciencia.

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Mensaje  Ingrid Von Krobelus Mar Sep 01, 2009 3:22 pm

. . . Identidad . . .


Ingrid Von Krobelus Ingrid2r

-¿Cuanto mas durará todo esto? ¡Por todos los demonios del abismo!- Pensó, antes de abrir los ojos. Cuando lo hizo, se percató que unos ojos rapaces y rasgados de intenso color ámbar clavaban su mirada depredadora en ella, dió un gruñido de sorpresa, y se debatió con las cadenas que la ataban al techo, la figura también lo hizo. El cabello largo de la figura y su cuerpo desnudo y pálido le resultaba familiar.

Entornó un poco mas los ojos, y se dió cuenta que la habían encadenado enfrente de un espejo, obligandola a grabar a fuego en su mente el engendro en el cual la habían transformado, miró sus dedos largos y delgados como gusanos blancos, sus piernas delgadas como lianas, aferradas al hueso, y lo que más la impactó, sus labios amoratados y un cardenal a lo largo de su cuello, recordatorio de su violenta muerte.

La mujer intentó llorar, pero las lágrimas no acudieron a sus brillantes ojos, sus puños se aferraron con rabia y se agitó, gritando de iracunda impotencia, acostumbrandose a su nuevo tono de voz, rasgado y desagradable.

Tras un buen rato, Krobelus se calmó, aunque gruñía como un perro apaleado. La puerta de madera gruesa crujió, y salió por ella uno de los sujetos, llevaba una toga negra y un colgante con un extraño símbolo.

-Veo que te has tranquilizado...- Dijo con voz cavernosa y hueca.

Krobelus no respondió una sola palabra, en el espejo volvió a verse a si misma, como su pecho no se movía por la respiración.

-No te preocupes, no estamos aqui para hacerte daño, sino para darte una nueva oportunidad, mi nombre es Kingsley Farlston, apotecario de Su Graciosa Majestad la Reina Sylvannas, y tu eres una mujer afortunada...Krobelus.-

La mujer no respondió nada, miró los rasgos cadavéricos del hombre, estaba tan devastado que incluso en el estado en el que ella estaba, le servía de consuelo.

-Que me habeis echo y por que?- Gruñó la encadenada, amenazante.

Como ya te hemos dicho, darte una nueva oportunidad, uno de nuestros agentes te encontró en Ventormenta, ejecutada y traicionada por tus propios hermanos, convertida en una atracción pública, nuestro agente evitó que vejaran y humillaran tus restos, trayéndolo de inmediato ante nuestra presencia.- Dijo el Apotecario acercandose a una mesa y tomando un llavín de cobre.

Krobelus cerró los ojos, mil recuerdos llegaron a su mente, la hermandad Defias, Ventormenta, Vicky, ella misma y sus últimos recuerdos ante el patíbulo.

-Te odian... todos y cada uno de ellos, Krobelus, solo entre nosotros podrás ser feliz y gozar vida eterna.- Dijo gravemente el no-muerto, y la desencadenó.

Krobelus cayó al suelo, y fue incapaz de levantarse, todos sus miembros estaban entumecidos, cuando sintió el contacto con la tierra, un hambre voraz la acució, un hambre de carne, y de sangre, se puso a cuatro patas, como un perro, y gruñó de impotencia, mirando al científico.

-Si...cuesta los primeros instantes...ya te acostumbrarás, todos nos acostumbramos...- Dijo seriamente el apotecario, y arrastró ante ella a un venado muerto.

Aliméntate... quizá en un principio te de asco, luego apreciarás cuan preciosa es la sangre caliente para un cuerpo frío.

Krobelus no pudo hacer mas que olisquear el venado, y lanzarse contra su cuerpo, notaba que le costaba menos el echo de desgarrar, sus dedos eran puñales, y sus dientes, afilados cuchillos, bebió y comió con deleite, tiñendo su cuerpo de rojo carmesí, tras comer, lanzó otra feroz mirada al Apotecario, este asintió con la cabeza y le tendió una mano.

-Sigueme, te quitarás esa sangre y te pondrás algo encima, alguien ilustre quiere verte.-

Las bóvedas subterráneas se cerraban en torno a dos figuras que caminaban a paso ligero, una de ellas llevaba una toga negra, la otra, mas erguida portaba con chulería un traje de cuero oscuro y unas botas de punta tachonada en hierro, que hacía un ruido seco ante el firme paso de la mujer.

-Aqui no sirven de nada los titulos y logros otorgados en vida, la reina solo apreciará tus méritos a partir de ahora, y no se contempla la posibilidad de errar, de todos modos. Ella te lo explicará mejor que yo, supongo.-

-¿Ella? ¿La reina?- Gruñó Krobelus.

El apotecario dió un respingo y murmuró, como si fuera lo mas elemental del mundo, tras lanzar un escupitajo flemático, la miró con desdén.

-¡Claro que no, estúpida! Ella es.... Ella, ya la conoceras, ¿O es que crees que un saco de despojos tan insignificante como tu lograría siquiera a ver de lejos a su Majestad?-

Krobelus gruñó y sus dientes afilados como sierras rechinaron, le dominaron unos impulsos incontrolables de castigar la arrogancia del encorvado muerto cortándole la lengua, o algo peor, pero reconoció la gravedad del asunto, y que tenía todas las ganas de perder.

Avanzaron por laberínticos pasillos, alumbrados por faroles que despedían tenues reflejos, subieron y bajaron por escaleras interminables, e incluso pudo jurar haber pasado por el mismo sitio varias veces, tras un tiempo caminando, llegaron a una pequeña puerta de metal, en un pasillo sin salida.

-Te espera allí adentro, yo no tengo autorización para entrar.- Dijo el no muerto, y tras una inclinación, simplemente desapareció.

Krobelus murmuró una maldición y abrió la puerta.

-Te estaba esperando, mi pequeña- Dijo una voz aguda, casi de niña, en común.

La habitación no era mas grande que un armario escobero, un brasero iluminaba el cuartucho, plagándolo de sombras, sobre un barril vuelto boca abajo estaba sentada en cuclillas una siniestra figura con el rostro cubierto por una capucha.

-¿Tu eres ''ella''?- Gruñó Krobelus en la misma lengua.

La figura lanzó una risotada y se meció en el barril, y tras mofarse de ella sin ningún pudor, le reprochó:

-Ubícate mi pequeña, soy yo quien hace las preguntas.-

Krobelus frunció el ceño y se relamió con su lengua amoratada, soltando un leve gruñido, mientras que la figura seguía hablando.

-¿Tu eres la que se llamó en su día Ingrid Von Krobelus?- Preguntó la muerta.

-Si, la misma que viste y calza.- Respondió de forma cortante la mujer.

-Si señora.- Corrigió la figura.

-Eh?- Krobelus no comprendió la advertencia.

-Si señora.- Repitió ella, entrecerrando los ojos, reduciendolos a dos rendijas luminosas y frias, cargadas de malicia.

-Si...señora.- Gruñó Krobelus, algo humillada.

-Muchisimo mejor.- Murmuró Ella, con voz infantil. -Por la cuenta que te trae, aprenderás pronto.-

Krobelus guardó silencio, dandole oportunidad a la figura a seguir hablando:

-Supongo que sabrás por que estás aqui...- Siseó Ella.

-No.- Respondió Krobelus de una sola vez, nunca había estado en la situación de que la sacaran de la mismisima tumba para darle de comer un venado crudo y meterse con una figura encapuchada en un armario de escobas.

-Entonces eres mas estúpida de lo que yo pensaba.- Murmuró pensativa la figura, con su vista fija en el brasero.

Krobelus apretó los huesudos puños, y miró con rabia a la mujer, tragandose su frustración como una amarga hiel.

-Los humanos no suelen apreciar lo que poseen, mi pequeña, no tienen ni idea, ni pvta idea de muchas cosas que les rodea, y en vez de asimilarlo, abrir sus mentes y prolongar su conocimiento, lo eliminan, lo borran del mapa, echandole arena por encima a su ignorancia.y aquí no ha pasado nada.-

Se hizo un silencio que lo rompió la misma que hablaba, formulando otra pregunta, aunque esta parecía mas una afirmación:

-Supongo que habrás estado en una quema de brujas.-

-Si- Gruñó sin atreverse a reconocer que disfrutaba de sobremanera oyendo los gritos de tantos hombres y mujeres consumidos por las llamas, aunque había solido trabajar con ellos.

-Supongo que habrás asistido a tu propia ejecución.- Dijo Ella, enseñando su dentadura en una jocosa y burlona sonrisa.

Krobelus paladeó un silencioso juramento, pero se mordió la lengua y asintió secamente.

-Los humanos no tienen capacidad de reciclaje, de aprovechar lo que le da problemas, y convertirlo a su propia causa, tienen una naturaleza arrogante, estúpida y egoísta, en absoluto productiva, gracias a su incapacidad de comprender que el fuego solo se combate con fuego, a las ovejas descarriadas en lugar de devolverlas al redil las matan y dejan que su carne se pudra, disputada entre los perros y su lana se manche de sangre y barro, si, el orgullo, la insensatez son el némesis de los mortales, sus pasiones, su pudor, sus tabúes, promovidos por la ignorancia.-

Krobelus asintió con la cabeza, mientras que la figura enmascarada discursaba entre viperinos siseos.

-Eres mia- Sentenció abriendo sus brillantes y dorados ojos, como conclusión al discurso.

-La reina ha considerado que gente como tú es mas útil bajo sus órdenes que en lugar de pudrirse en un cajón de pino.-

-¿Que?!- Replicó Krobelus. -No voy a ser criada de nadie, colega...:!- Krobelus gruñó indignada mientras que la imagen de una mujer de ojos almendrados limpiando los pasillos de la escuela de ingenería pasaban como una flecha por sus recuerdos.

Ella, cuyo verdadero nombre era Sibbilth, entrecerró los ojos y le propinó una salvaje bofetada a la recién levantada, tal fue la fuerza sobrehumana de la cadavérica mujer, que la delgada figura de Krobelus impactó contra la pared, cayendo como un juguete roto a los pies de una indignada e iracunda Sibbilth.

-Tu voluntad no interferirá un ápice en la voluntad de la reina, furcia insignificante! No eres mas que un títere que aún no sabe que no puede cortar los hilos, ya te advertí que no vales mas que el estiércol de mis botas, así que tendrás que luchar por tu supervivencia, basura!- Rugía, mientras sus ojos brillaban fieros y desorbitados, al mismo tiempo que Krobelus se levantaba con dificultad.

-¿Me he explicado bien?- Gruñó Sibbilth crujiendo sus dedos, huesudos como garfas de buitre.

-Si... señora...- Murmuró Krobelus, mientras que sus ojos titilaban levemente, de forma casi irregular.

-Muchisimo mejor, mi pequeña.- Le respondió Ella, con un tono infantil bastante falso, mientras que se ajustaba los guantes. -Dentro de dos noches, ve a este sitio, y encuentrate con éste sujeto, él sabrá que hacer contigo y mas te vale meterte la lengua en el culo y ser una chica buena, no permitiré una sola queja por parte de tus nuevos superiores.- Gruñó, tendiendole un papelito a Krobelus.

La mujer cogió la nota, y la abrió, miró a Sibbilth, que clavaba su vista rapaz en ella, y posó su mirada sobre la escritura fina:

''RICHARD O'BANNON''
Posada de la Horca, RÉMOL.
Claros de Tirisfal, Reino de Lordaeron.


Krobelus alzó la vista, mirando a Sibbilth, y ésta, cruzada de brazos, miró al brasero que iluminaba la estancia, Krobelus asintió con la cabeza y arrojó la nota a las llamas, mirando como desaparecía, víctima del fuego.

Ambas mujeres se miraron por última vez hasta que Sibbilth sensillamente desapareció de la vista, y Krobelus salía de la habitacion en silencio, arrastrando los pies y con las manos en los bolsillos. El apotecario no estaba, y sus dagas estaban apoyadas al lado de la puerta, las ciñó a su cintura y emitió un seco suspiro.

Ventormenta, Vicky, Fahra, los Defias, todo eso había quedado atrás, y ella, sola, se enfrentaba a una nueva vida. Despues de muchísimo tiempo, Ingrid Von Krobelus volvía a saborear el amargo nectar de la inquietud y el miedo.

* * *

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Mensaje  Ingrid Von Krobelus Mar Sep 01, 2009 3:25 pm

Cambios

Ingrid Von Krobelus Kayleitha

Dos figuras caminaban entre las tumbas del cementerio de Rémol, una de ellas era alta y espigada, la otra, estaba encorvada ligeramente hacia adelante, y llevaba una capucha de color azul oscuro, tras andar un buen rato, la figura encorvada alzó una mano purulenta, y la otra se detuvo.

-Aquí está bien, me enseñarás que es capaz de hacer...- Dijo Richard O'Bannon, echandose hacia atrás la capucha, era un hombre cadavérico de cabello áspero y rubio como la paja seca.

-Hm? A que te refieres?- Preguntó la otra figura, una mujer de cabello corto y dientes afilados.

-Vaya...mal empezamos...estás aquí por un motivo, la Reina no se dedica a levantar a carroña de sus tumbas, quiere tus habilidades como asesina.- Dijo Richard, quitandose la túnica, enseñando un traje de cuero negro y dos puñales.

-Así que me quereis levantada... ¿Por las habilidades que tuve en vida? ¿Crees que con este cuerpo seré capaz de hacer algo?- Gruñó Krobelus, mirandose los finos y frágiles dedos huesudos.

-Lo harás, si sabes lo que te conviene, y tu cuerpo puede fortalecerse, es cuestión de tiempo... y de apotecario.- Dijo el varón, riendose sin ningún tipo de pudor.

-De apotecario? Que mierdas es esa? No serán los tipejos de negro, no?- Preguntó ella.

-Si, son los tipejos de negro, y vigila tu lengua si no quieres perderla, ellos hacen que nosotros seamos lo que la reina quiere... Depende de tu valía, puedes llegar a ser un arma viviente y pensante, o puedes ser parte de la panza de una abominación, tu cuerpo es suyo, no lo olvides.- Dijo O'Bannon, seriamente, mirandola a los ojos.

-Y que pueden hacer ellos por mi?- Preguntó ella, imaginandose a los Apotecarios como verdaderos moldeadores de la carne.

-Pues lo que ellos quieran hacer por ti, estúpida, pueden cambiar trozos de tu cuerpo, mejorarlos, e incluso ponerte algunos nuevos...- Murmuró Richard, como si fuera lo mas normal del mundo. -Te recuerdo que estás muerta. ¿Que es lo peor que te puede pasar?- Remató.

Krobelus asintió con la cabeza, y el no muerto se puso en guardia.

-Vamos, demuestrame lo que vales... no saques las armas, mano a mano.- Dijo, haciendo crujir su cuello.

La pelea fue frenética, pies y puños danzaban por doquier, el no muerto, pese a su aspecto destartalado, era fuerte y rápido, y ella aun no se había echo con el control total de sus movimientos, aun asi, se defendía con ferocidad, sus manos temblorosas se aferraban al tobillo del muerto, cuando propinaba patadas certeras, sus pies, enfundados en botas, detenían de forma precisa los puños que insistían en derribarla. Richard vió potencial en su movimientos, a pesar del estado recien levantado y confuso de la no-muerta, ese instante de reflexión, le costó caro al instructor, un barrido de piernas, lo derribó a los pies de una lápida, y el puño cerrado de la no muerta se precipitaba ante él y la losa de piedra.

-Demasiado lenta.- Dijo, burlón y apartó la cabeza, el puño se estrelló contra la fría roca, y un crujido repugnante desconcertó a Krobelus, espantada, vió como alguno de sus dedos caían de su mano, rotos por el impacto, y como la losa se fracturaba, agrietandose. Lo siguiente que sintió fue un duro impacto contra el suelo, un suceso tan trivial como perder algunos dedos en una mano no había detenido la lucha, y Richard había resuelto el combate tirandola al suelo y apuntandola con un cuchillo.

Krobelus miró anonadada su mano mutilada, paladeando su derrota, intentó gritar de dolor, pero fue un dolor que no llegó a su cuerpo, si no fuera por lo que ello significaba, no le hubiera importado lo mas mínimo su pérdida.

-Vaya...- Dijo Richard, acariciandose el mentón pensativo, mientras miraba la lápida agrietada. -Ese directo pudo haberme partido el cráneo... eres fuerte, muchacha, pero torpe... aun te queda mucho que dominar en tu nuevo cuerpo. Pero la Casa no se equivocó, tienes potencial...

-Y mis dedos?! Que carajo pasa con mis dedos?! Ahora no sirvo para nada!- Dijo la mujer, angustiada.

https://www.youtube.com/watch?v=xyRNRaXkkZI&feature=related

-Te dije que no te preocuparas por eso, estúpida mujerzuela.- Dijo el, recogiendo su tunica, y pisando los dedos mutilados que yacian en el suelo. -Vamos a que te hagan algo en las manos... algo útil...- Añadió, poniendose la capucha por encima.

Quizá no fue doloroso, pero si repugnante, ver como sus manos eran trinchadas, cortadas y modificadas bajo la perversa imaginación de los apotecarios, sus huesos, débiles y osteoporóticos por el viaje al que fué sometido su cadáver hasta su lugar de renacimiento, fueron reforzados con huesos de alguna bestia desconocida para ella, su carne fue remodelada y reconstruida, y sus uñas, vistas de mas de cerca, tenían la dureza y el filo de pequeñas cuchillas.

-Así está bien, supongo...- Dijo el apotecario que se encargó de ella, dejando un serrucho y unas pinzas a un lado. -He reconstruido gran parte de tus manos, añadiendole refuerzos orgánicos... y unas uñas que sirvan para algo mas que rascar tu asqueroso culo de zorrona.- Añadió, sin mirar a la no muerta, que gruñía ofendida.

-Me debes mas que la vida, ...¿Krobelus te llamabas?, si hay algo que de verdad tienes que tener siempre a mano...son...tus manos.- Dijo el apotecario, burlon, riendo su propia broma y enseñando sus manos, una de ellas parecía una viscosa tenaza, y la otra se movia en todos los ángulos posibles.

-Muchas...gracias...- Murmuró ella, mirandolas de nuevo, las uñas brillaban con un deje metálico bajo la luz de las antorchas, no estaba tan mal...

-Como que muchas gracias? Pruebalas...! Mira, allí!- Dijo el apotecario, señalando una abominación inerte, que colgaba en un gancho de carne.

-Que las pruebe?- Dijo ella, confusa.

-Claro! No las he diseñado así para que sean bonitas y te las pintes, métele un buen zarpazo, y admira mi trabajo, idiota.-

Krobelus se acercó a la masa de carne, desconfiada, y se palpó las uñas, dubitativa, eran largas y filosas, como le gustaba dejarselas, pero aquel reflejo metálico le atraía, de un rapido movimiento, tres largos surcos aparecieron en el duro pellejo de la abominación, tres cortes limpios, profundos, probó con la otra mano, e hizo otros tres, el sonido de ruptura le daba un morboso placer, sin evitarlo lo más minimo, empezó a reir a carcajadas, trinchando y arañando la carne, comprendiendo a lo que se refería Richard.

-Un arma! Un arma!- Croó Krobelus, extasiada. -Mi cuerpo es una maldita arma!- Y siguió riendose, mientras que Richard hablaba con el Apotecario y le pasaba una bolsa con monedas, propiedad de la Casa.

-Un arma... un arma para llevar la voluntad de la Reina, un par de dagas mas para velar los intereses de Sylvannas, una como tantas habían habido antes que ella, una como tantas habían muerto en la Guerra de los Sephirotes, en Desolace, o tras el Portal.- Pensó Richard, mientras la veía, riendo demenciada.

-Pero de verdad sería una mas...? O se haría un hueco especial entre las leyendas...? Solo la sombra así lo decidiría.-

Ingrid Von Krobelus

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